LECTURES CURTES // LECTURAS CORTAS

 

La Verdad es la Misión del Intelectual -Falso-
Lucía Etxebarria, mayo 2005.


 

Este mito afirma que la función del intelectual no es ni puede ser otra que la de buscar, difundir  y defender la verdad. Y la verdad es revolucionaria, luego el intelectual (conciencia moral, motor de cambio, voz de la facción más avanzada y progresista de la sociedad), si no es un impostor, está, por definición, al servicio de la revolución. Denunciar las mentiras y las manipulaciones del poder es su irrenunciable misión. Pero el intelectual es un privilegiado y, a menudo, luchar contra los poderes establecidos significa luchar contra los propios privilegios, en un momento en que la dominación se ejerce desde el discurso tanto como desde las armas.

 

Cualquiera que haya asistido a congresos en el campo de las humanidades habrá comprobado que las comunicaciones y las conferencias muy a menudo rayan en lo absurdo y a menudo se enquistan en estériles debates. Sus textos, generalmente muy oscuros y difíciles de interpretar, no esconden alta cultura, sino la vacuidad más absoluta. Del lenguaje oscuro a la charlatanería arbitraria, en la obra de muy reputados intelectuales y críticos se puede acumular infinidad de sinsentidos que no les han impedido, más bien al contrario, alcanzar altos puestos y cargos opíparos. Estos popes del pensamiento generan escuelas de pensamiento compuestas por discípulos histéricos que guardan muchas similitudes con algunas sectas, de manera que, con la complicidad de estos "pensadores", el poder modela el imaginario colectivo a su imagen y semejanza, e inunda las mentes de consignas explícitas e implícitas, de promesas que no cumple y presuntas amenazas de enemigos construidos a la medida de sus intereses.

Un ejemplo real: érase una vez una ONG progresista en defensa de la paz que estaba, muy de moda. La ONG denunciaba todo tipo de injusticias, y contaba en su "comité de honor" con intelectuales de prestigio que se habían comprometido a difundir y defender la causa. La ONG decidió, en votación asamblearia, que determinado proyecto de ley iba en contra del ideario de justicia social que la ONG propugnaba. Y ¡oh sorpresa!, la mitad de los miembros del comité de honor se dio de baja, pues el grupo mediático en el que publicaban era afín al partido que hacía campaña en favor de la susodicha ley, que beneficiaba económicamente al grupo mediático. En la llamada a rebato del grupo, también llamada manifiesto, se mezcló, como en botica, de todo. Firmaron los personajes más diversos: vetustos cantautores, hoy metidos en el lucrativo negocio de las productoras musicales; "escritores"-gerentes de revistas literarias de oscura financiación; novelistas latinoamericanos que encontraban consuelo a su propio desarraigo en los selectos salones europeos; algún vapuleado sindicalista de reconocido desprestigio; amantes y primas de los anteriores... Todos tenían en común el hecho de percibir o haber percibido, en concepto de premio institucional, regalía o subvención, apoyo económico por parte del grupo mediático, del partido o de ambos. Moraleja: hagamos caso a Carlo Frabetti cuando dice que "el intelectual rumiante (que come y regurgita papel impreso) es una especie domesticada que sólo vive en las granjas, los zoos y los, circos del poder".

 

Lucía Etxebarria
La Vanguardia, 29 de mayo de 2005

 

 


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