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Svetlana Khorkina, "La diva desdeñosa"
SVETLANA KHORKINA · RUSIA · GIMNASIA

David Llorens / Periodista
EL MUNDO DEPORTIVO 07/08/04  03:00 h

 


Svetlana Khorkina en una imagen del Mundial 2003, donde logró el oro en concurso completo

 

“Miro a mi alrededor y no veo a ninguna oponente que brille con luz propia.
Mi única rival soy yo misma, así que si soy capaz de superarme, nadie más me preocupa”


 

El entrenador que en sus inicios le dijo que era demasiado alta para ser gimnasta todavía debe estar enrojecido de vergüenza. Los 1,64 m. de Svetlana Khorkina, efectivamente, son excesivos para los estándares de un deporte en el que resulta esencial un centro de gravedad bajo, pero aquel profeta no contaba con que 'Sveta' sería capaz de anular su hándicap a base de talento, trabajo y un estilo único.

La juncal diva de Belgorod –pesa sólo 46 kgs.– parece querer llevar siempre la contraria a los cánones establecidos. No sólo su estatura está fuera de lugar en su deporte, sino también su edad: con 25 años su momento debería haber pasado ya tiempo atrás, pero aún hoy, a las puertas de la retirada, continúa siendo competitiva. Y no ha perdido un ápice de la egolatría y la ambición desmedidas que la han llevado de los pabellones gimnásticos a las pasarelas de moda o a las páginas centrales de revistas como 'Playboy'. “Miro a mi alrededor y no veo a ninguna oponente que brille con luz propia. Mi única rival soy yo misma, así que si soy capaz de superarme, nadie más me preocupa”, dijo recientemente cuando se le preguntó acerca de sus opciones olímpicas en Atenas, donde intentará convertirse en la primera gimnasta de la historia que encadena tres oros consecutivos en el mismo aparato (asimétricas).

Khorkina no es simpática; no pretende serlo. Se sabe diferente y su elegante languidez es su imagen de marca ante un ejército de rivales más jóvenes, más bajitas y más potentes que intenta bajarla, sin conseguirlo, del trono de desdén en el que se halla instalada desde hace un lustro. Disfruta siendo el centro de atención, mostrándose arrogante y distante, haciendo ver a todos que su inaccesibilidad. Ni siquiera concede autógrafos a las niñas que se le acercan con el rostro iluminado por la admiración. En los Juegos de Sydney, donde partía favorita para ganar el oro en concurso completo, una caída en la prueba de salto enterró sus aspiraciones en el lodo. Luego se supo que el potro, por error, estaba colocado 7 cms. más bajo de lo habitual, y aquellos que sufrieron las iras de la diva aún escuchan los ecos de sus insultos.

Svetlana comenzó a practicar la gimnasia inducida por su madre, pero fue a los seis años cuando realmente vio reflejado su futuro al contemplar por TV las evoluciones de Oksana Omelianchik. Ha ido destrozando convencionalismos uno tras otro. Aquellos que la veían demasiado alta han visto cómo en un aparato que penaliza la estatura, las asimétricas, se ha convertido en la mejor especialista de todos los tiempos: dos oros olímpicos, cinco títulos mundiales y cinco europeos así lo certifican. Aquellos que creían que a los 18 años las gimnastas traspasaban la línea roja de la tercera edad han tenido que callar porque sigue sin soltar su cetro cumplidos los 25.

 

 

 


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